Un enjambre de circunstancias adversas en el sistema de abastecimiento de alimentos, un abuso de poder en el intervencionismo del mando militar de Canarias unido al acaparamiento y malas prácticas en la gestión comercial de los granos por parte de los administradores del Mayorazgo de Arucas, favorecieron el estallido popular del motín de Arucas durante los días cinco, seis y siete de mayo de 1800.
La hambruna desatada por el desabastecimiento y la carestía de los víveres de primera necesidad propiciaron un levantamiento espontáneo de los barrios de El Tabaibal, La Goleta y El Cerrillo, a los que se unieron vecinos de Firgas. Convocados durante la noche a golpe de caracol, los amotinados tomaron por la fuerza las llaves del granero del Mayorazgo para distribuir ordenadamente el trigo, previo pago, en cantidad proporcional al tamaño de cada familia.
Los sublevados expulsaron de Arucas al comisionado militar, arrebataron los papeles del escribano-receptor enviado por la Audiencia y mantuvieron diversos encontronazos con las autoridades locales y el mando de las milicias. En el proceso abierto por el fisca