UN SEÑOR QUE VENDE SUEÑOS
Irrumpe en mi casa
insolente y descarado
un señor que vende sueños.
Va vestido de gris
y fuma tabaco rubio
a penas pronuncia palabra.
Pero de sus manos salta
invisible
el sortilegio que revive lo olvidado
transformándolo todo en calles
pasos
y risas
que se multiplican
sin parar.
Si no fuera por los neones
y los coches
que recoren
las autopistas a toda prisa
diría que es Dios
que intenta rehacer el mundo.
Pero Dios está cobrando el paro
desde hace milenios
y yo tomando diazepam
desde no me acuerdo cuando...
Así
todo este hombre insiste
con voz firme:
Al fondo
tras la enorme hilera de casas amarillas
se mueve el mar constante
con su gigantesca sonrisa azul.