Tanto para un directivo en potencia lleno de ambición e ideas como para un emprendedor independiente con grandes sueños, es imprescindible dominar el arte del discurso perfecto. ¿Por qué? Es, de presentarse a clientes o empleadores potenciales, la única oportunidad de causar una primera impresión positiva, de vender una visión personal y en último término de cerrar la operación. Y algunas veces, sólo se dispone de tres minutos para hacerlo.