Martín Gil busca a su madre en una melodía que aparece y desaparece de su memoria y a su padre entre las ajadas láminas de un herbario. Recuerda su presencia callada y huidiza en Izúrquiz, Ribera de Navarra, donde en la intimidad del hogar le transmitieron pequeños retazos de un idioma que ahora apenas llega a balbucir y que lo transportan a breves momentos de su vida. Una conferencia a la que acude en la universidad de Salamanca lo pondrá tras la pista de sus progenitores.
Pablo Gil es el padre de Martín. De familia carlista, recibirá con entusiasmo la noticia del golpe de estado de julio de 1936, pero los acontecimientos que desencadenó y en los que se vio involucrado le abrirán súbitamente los ojos. Lo acompañaremos a la batalla de Belchite, una de las más cruentas de la Guerra Civil, y de sus escombros acudiremos a Zeruondo, en la montaña navarra, donde ejerció de maestro en la posguerra.
Hay ocasiones en las que la defensa de unas ideas nos ennoblece. Otras, sin embargo, su defensa ardiente nos ciega y nos empuja al dogma. A morir y matar. Ante ello, caben dos opciones: cerrar los ojos y seguir sintiendo el calor del grupo; o abrirlos y contemplar la fría intemperie.