Un hombre atraviesa en ferrocarril la infinita estepa de Kazajistán. En una de las paradas que hace el tren en un remoto apeadero sube a bordo un niño de unos doce años interpretando magistralmente al violín una de las Danzas húngaras de Brahms. Al instante, los pasajeros despiertan de su sopor. Sin embargo, muy pronto
el viajero descubre que el pueril violinista es en realidad todo un hombre de veintisiete años. Así comienza el relato de la fabulosa historia de Yerzhán, una evocadora parábola sobre las secuelas de la Guerra Fría en las remotas regiones de la antigua Unión Soviética, pero también un canto a todas las cosas que ni siquiera los actos más devastadores e insensatos de la humanidad lograron destruir.