El Camino Primitivo a Santiago es el primero, el más histórico, la madre de todos los peregrinajes, desde que en el año 814 el rey Alfonso II el Casto, junto a su corte, resolviera viajar a Santiago de Compostela para ver con sus propios ojos la recién descubierta tumba del apóstol Santiago. Siguiendo los pasos del rey asturiano, el experimentado viajero y peregrino Jorge Sánchez inicia a pie en Oviedo, junto a dos compañeros, ese difícil y denodado peregrinaje durante un helado mes de enero, padeciendo lo indecible para alcanzar Santiago de Compostela atravesando los altos collados de la Cordillera Cantábrica. Los tres peregrinos sufren caídas, frío atroz, llegan empapados de lluvia a los albergues, que en su mayoría carecen de calefacción y mantas... Pero a cambio reciben como regalo una naturaleza pura, desbordante, como es la asturiana, quedándose admirados ante su magnificencia. Una vez en Galicia los albergues mejoran de manera significativa y pueden así, vía Lugo, alcanzar Santiago de Compostela regocijados hasta el máximo de los extremos por todo cuanto han visto y sentido, para abrazar agradecidos la tumba del Santo.
