El barón Von Buch, acompañado de su amigo Smith,
partió hacia Canarias desde Londres en la primavera de
1815. Su expedición a las islas se prolongaría entre el 5
de mayo y el 27 de octubre de dicho año y se convirtió,
en palabras de Alfredo Herrera Piqué, en una investigación que «abrió un período en la historia de la explora
ción científica del Archipiélago». Solo el abate Feuillé, Co
en su viaje de 1724, se había adelantado en desarrollar
una misión científica en territorio canario. Sin embargo,
los objetivos de Von Buch y su compañero Smith eran
más ambiciosos: trazar un amplio y exhaustivo estudio
de la geografía insular que sirviera como base para su
teoría sobre los cráteres de levantamiento. Abordaron
este duro y meticuloso trabajo con el aparataje más
complejo y eficaz de su época. Su libro, del que ofre
cemos aquí la introducción general y el análisis que le
dedica a Tenerife (que dichos viajeros recorrieron ex-
haustivamente, sin centrarse en la consabida excursión
al Valle de La Orotava y al Pico del Teide) es de una riqueza y un rigor extraordinarios, y en él no está ausente
la sensibilidad ecologista.