Por un poco de compañía, un verso podía ser tuyo, Severo te lo regalaba con su voz fuerte, con su profundo y roto cantar. Apoyado al pequeño mostrador de madera, del antiguo kiosco de Biestra, rodeado por el pinar, el tiempo transcurría plácidamente oyendo sus ingeniosas décimas, también sus advertencias e incluso la premonición sobre su triste fina, esperada "corona" para un hombre que desde casi sus comienzos se sentía solitario...